SEGUNDA EPÍSTOLA UNIVERSAL DE SAN PEDRO APÓSTOL
INTRODUCCIÓN
La
Segunda epístola de San Pedro
(2 P) fue escrita para fortalecer la fe y la esperanza de los creyentes, y para ponerlos sobre aviso contra la infiltración en la iglesia de doctrinas erróneas y actitudes destructivas.
El remitente, que se identifica como «Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo» (
1.1
), se declara testigo presencial de la transfiguración del Señor (
1.16-18
) y autor de una carta anterior a la presente (
3.1
), presumiblemente
1 Pedro.
Fecha y lugar de redacción
No se registra ningún nombre de ciudad de destino, ni se menciona persona alguna a la que fuera dirigida la carta. Por eso debe entenderse que lo fue a un conjunto de iglesias de la «diáspora» (véase
Introducción a 1 Pedro
), formadas probablemente por convertidos judíos y gentiles. Tradicionalmente se ha pensado que su redacción tuvo lugar entre los años 65 y 68, posiblemente en Roma.
Contenido y estructura
Esta epístola contiene frecuentes alusiones al AT, aunque no citas directas (
2 P. 2.5-7
, cf. Gn. 6.1—7.24 y
Gn. 19.1-16
24
2 P. 2.15-16
Nm. 22.4-35
2 P. 2.22
Pr. 26.11
2 P. 3.5
Gn. 1.6-8
2 P. 3.6
Gn. 7.11
2 P. 3.8
Sal. 90.4
2 P. 3.13
Is. 65.17
66.22
).
Comienza el texto con un saludo (
1.1-2
) y una invitación a considerar las «preciosas y grandísimas promesas» que han sido hechas a los creyentes, para que lleguen «a ser participantes de la naturaleza divina» (
1.4
). Estas promesas de Dios, como «todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad» (
1.3
), han de ser correspondidas con la fe y la práctica de toda virtud. Así, leemos, se hará «firme vuestra vocación y elección», y «os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (
1.10-11
).
El autor exhorta a los creyentes sobre la base de «la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro» (
1.19-21
). Y desde el mismo fundamento denuncia severamente las enseñanzas y la conducta de los falsos profetas y falsos maestros que inducen a error al pueblo de Dios, y que dondequiera que vayan «introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató» (
2.1
).
El capítulo 2, dedicado por entero a este tema de las desviaciones doctrinales, parece redactado según el modelo de la
Epístola de San Judas
, escrita en fecha anterior. Véanse a este respecto los siguientes textos, cuyo paralelismo es evidente:
2 P. 2.1
Jud. 4
2 P. 2.4
Jud. 6
2 P. 2.6
Jud. 7
2 P. 2.10
Jud. 8
2 P. 2.11
Jud. 9
2 P. 2.12
Jud. 10
2 P. 2.13
Jud. 12
2 P. 2.17
Jud. 12-13
2 P. 2.18
Jud. 16
2 P. 3.2
Jud. 17
2 P. 3.3
Jud. 18
.
En el capítulo 3 se considera un asunto que fue causa de preocupación entre los cristianos de la época: lo que les parecía ser un retraso inexplicable de la segunda venida del Señor. Entre muchos que participaban de la esperanza en el inmediato regreso de Jesucristo, había comenzado a cundir el desánimo, pues veían pasar los años sin producirse el anhelado acontecimiento. Y crecía la impaciencia de los creyentes, que vivían su fe en Cristo en medio de una sociedad que los miraba con desprecio e indiferencia, cuando no con abierta hostilidad (
3.3-4
).
A fin de ayudar a las iglesias a vencer el desaliento y a recuperar la confianza, el autor recuerda a sus lectores que las medidas humanas del tiempo y de las cosas no son las mismas de Dios (
3.8
10
13-14
); y que Jesucristo, a quien y en quien la iglesia espera, es la clave definitiva del misterio de nuestra existencia y del plan de eterna salvación del ser humano (
3.9
15a
).
Esquema del contenido:
Salutación
(1.1-2)
Partícipes de la naturaleza divina
(1.3-15)
Testigos presenciales de la gloria de Cristo
(1.16-21)
Falsos profetas y falsos maestros
(2.1-22)
El día del Señor vendrá
(3.1-18)