SEGUNDA EPÍSTOLA DE SAN JUAN APÓSTOL
INTRODUCCIÓN
La
Segunda epístola de San Juan
(2 Jn) responde, en cuanto a su forma, a las características del género epistolar usuales en el mundo grecolatino de la época: consignación, en el encabezamiento del escrito, de quién es su remitente y quién su destinatario, e inclusión de saludos personales al comienzo y al final del texto (véase
Introducción a las epístolas
).
Fecha y lugar de redacción
Sin embargo, en el presente caso el autor prefiere silenciar su propio nombre e identificarse simplemente como «el anciano» (v. 1; cf.
3 Jn. 1
). Del mismo modo, sin aportar seña alguna de identidad, dirige la carta a una cierta «señora elegida y a sus hijos» (vv. 1,5), designación que probablemente no corresponda a una dama y su familia en particular, sino a toda una comunidad cristiana: quizás a alguno de los pequeños núcleos surgidos no lejos de la gran ciudad de Efeso, en la provincia romana de Asia, durante la última década del primer siglo.
El título de «anciano» («presbítero» en griego) que se da el autor de
la Segunda epístola de San Juan
, puede significar tanto que su edad era avanzada en el momento de redactarla como que era un ministro o dirigente de la iglesia. En uno u otro caso, lo cierto es que en este «anciano» se ha visto tradicionalmente al apóstol Juan, a quien se ha atribuido la autoría de las tres epístolas juaninas (véanse las
Introducciones
a
1
y
3 Juan
).
Propósito
El propósito de la
Segunda epístola de San Juan
es prevenir a un grupo de creyentes sobre las enseñanzas de ciertos «engañadores», falsos maestros que andaban predicando doctrinas contrarias a la divinidad de Jesucristo, negando la encarnación del Hijo de Dios y haciéndose acreedores a la calificación de «anticristo» (v. 7).
Frente a la actuación de tales personas, Juan exhorta a los cristianos a permanecer firmes en la verdad, por cuanto la verdad permanece en ellos para siempre (vv. 1-2,4); y a que se mantengan unidos por el vínculo del amor, que es el mandamiento dado por Dios «desde el principio» (vv. 4-6). Es, pues, preciso perseverar en la «doctrina de Cristo», pues así el creyente «tiene al Padre y al Hijo» (v. 9), es decir, está en comunión con Dios.
Esquema del contenido:
Salutación (1-3)
Permaneced en la doctrina de Cristo (4-11)
Espero ir a vosotros (12-13)