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INTRODUCCIÓN

El libro

El libro de

Job

es el primero de los cinco llamados con absoluta propiedad

poéticos y sapienciales.

(Véase

Introducción

a

Libros poéticos y sapienciales

.) La prosa narrativa ocupa en él un espacio muy reducido; tan solo se encuentra en el prólogo (caps. 1-2), en el epílogo (

42.7-17

), en un breve pasaje de transición (

32.1-6

) y en algunos versículos introductorios del diálogo. El resto, prácticamente la totalidad del cuerpo del escrito, es poesía.

El autor de esta obra cumbre de la literatura universal se revela en ella como un consumado estilista. Con notable destreza maneja los recursos del idioma, combinando de manera extraordinaria la profundidad de pensamiento con la belleza de un lenguaje poético, sonoro y lleno de ritmo, rico en paralelismos e imágenes de singular plasticidad.

El prólogo

El prólogo consiste en la presentación de las circunstancias en que se desarrolla el drama y de los personajes que en él intervienen. El protagonista, Job, es un rico hacendado (

1.3

) que vive con su familia en Uz, población situada, según se cree, en la región aramea que se extendía hacia el sudeste de Palestina. Hombre de fe, descrito como «perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (

1.1

), Job es víctima de una cadena de desdichas que lo dejan bruscamente sin hijos y sin hacienda, enfermo y reducido a una condición miserable (

7.4-5

). A pesar de todas las desgracias, él confía en Dios y lo bendice (

1.21

), no deja que sus labios pequen contra el Señor, y aun sale al paso de las quejas de la esposa preguntándole: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (

2.10

).

En aquella situación, tres amigos del protagonista acuden «para condolerse de él y para consolarle»: «Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita» (

2.11

). Contestando a los lamentos de Job, sus visitantes hablan por turno, y él responde a cada intervención. De esta manera se disponen tres series de discursos (3.1—31.40), a cuyo término aparece otro personaje, el joven «Eliú hijo de Baraquel buzita» (

32.2

, cf. v. 6), que toma la palabra para reprender con ironía a Job y a sus amigos. Ninguno de ellos replica al largo y afectado discurso de Eliú (32.6—37.24), después del cual es Jehová mismo quien interviene y pone fin a todo el diálogo (38—41), al que solo seguirán unas palabras de arrepentimiento pronunciadas por Job (

42.1-6

) inmediatamente antes del epílogo en prosa.

El mensaje

El cap. 3 da entrada al primero de los poemas. Job se lamenta de su desgracia en términos que revelan una amargura profunda, muy distante de aquel ánimo sereno con que en el prólogo hacía frente a la adversidad. Ahora predominan en Job las quejas y los acentos apasionados, y sin cesar se pregunta por qué Dios envía sufrimientos a alguien que, como él, siempre lo ha servido con fidelidad y nada malo ha hecho.

La respuesta de sus tres amigos se repite una y otra vez: la desgracia es el castigo del pecado, de modo que un grave pecado ha de haber cometido Job, cuando Dios lo castiga con tantos males; únicamente si se arrepiente volverá a gozar de las bendiciones del Señor. Pero esta argumentación no satisface a Job; él sabe que no es culpable, y confía en que Dios mismo sea testigo de su inocencia y lo justifique y le revele al fin el porqué de tanto sufrimiento (

31.35-37

19.25-27

).

Concluida esta serie de discursos, interviene Eliú en el coloquio para reprochar la osadía de Job y lo inadecuado de las respuestas de sus tres visitantes. El estilo de esta sección es reiterativo y enfático. Eliú reclama la atención de los presentes, ante quienes se anuncia como un maestro imparcial que, aun siendo joven, está bien capacitado para dar lecciones y emitir sabios juicios (

32.11-22

) y acusaciones (

34.7-9

34-37

).

No obstante el tono altanero de este personaje, sus palabras invitan a la reflexión. Porque él exalta la justicia y la sabiduría, la santidad y la grandeza de Dios, y pone un énfasis particular en el valor pedagógico del dolor humano. Dios, por medio del sufrimiento, puede llevar al pecador a la conversión y a la salvación (

36.5-16

).

El último discurso pertenece a Jehová, que habla «a Job desde un torbellino» (

38.1

40.6

). Dios se le manifiesta así, rompiendo el silencio que hasta entonces había guardado y del que Job se había quejado a menudo. Pero, sorprendentemente, las palabras del Señor no hacen referencia a los padecimientos de Job, sino que son una afirmación de la grandeza de Dios, de su poder y de la sabiduría inescrutable de su gobierno universal. Job, tocado en su conciencia, confiesa ser un ignorante y atrevido que «hablaba lo que no entendía» (

42.3

). Aborreciéndose a sí mismo y arrepentido «en polvo y ceniza» (

42.6

), mantiene su confianza en Dios, aun cuando no haya logrado descifrar el misterio de los sufrimientos y la infelicidad del inocente (38.1—42.6).

En la conclusión en prosa del libro, Jehová reprende a los visitantes, alaba la fidelidad de Job y le devuelve con creces lo que había perdido de hacienda, familia y amistades (

42.10-15

).

Es evidente que este libro no pretende establecer una teoría general acerca del sufrimiento humano, ni tampoco una particular en torno a la infelicidad de que también son objeto quienes aman al Señor y actúan con rectitud. Lo que el libro ofrece es el planteamiento dialogado de dos puntos de vista sobre la causa de la desgracia: el tradicional, sostenido por Elifaz, Bildad y Zofar, según el cual Dios premia en este mundo al bueno y castiga al malo; y el que Job representa negándose a admitir que su infortunio personal se deba a un castigo divino. En esta doble y contradictoria perspectiva, la voz de Dios se deja oír finalmente para llevar a los dialogantes al reconocimiento de la incapacidad humana de comprender lo misterioso de los designios divinos.

El libro

En cuanto a

Job

, como fenómeno literario, debe decirse en primer lugar que su autor fue un poeta excepcional, tanto en lo concerniente al contenido de la obra como al dominio del idioma. Un poeta que, además, poseía gran experiencia de la vida y una mente crítica y audaz que lo impulsaba a discutir posiciones doctrinales tenidas en aquel entonces por irrefutables.

Lo que no se conoce es la identidad del poeta ni la época en que vivió; respecto de estos u otros datos personales, nada dice el texto. Sin embargo, partiendo de ciertos indicios, puede reconocerse que la obra atravesó diversas etapas antes de alcanzar su forma definitiva, posiblemente alrededor del s. V a.C.

Esquema del contenido:

1. Prólogo

(1.1—2.13)

2. Debate entre Job y sus tres amigos

(3.1—27.23)

3. Himno a la sabiduría

(28.1-28)

4. Defensa de Job

(29.1—31.40)

5. Intervención de Eliú

(32.1—37.24)

6. Intervención de Jehová y respuestas de Job

(38.1—42.6)

7. Epílogo

(42.7-17)

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Job 1

Las calamidades de Job

1 Hubo en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas.

3 Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales.

4 E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos.

5 Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.

6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.

7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.

8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?

9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?

10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.

11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.

12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.

13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito,

14 y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,

15 y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia.

16 Aún estaba este hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia.

17 Todavía estaba este hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia.

18 Entre tanto que este hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;

19 y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.

20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,

21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.

22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.

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Job 2

1 Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová.

2 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.

3 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?

4 Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.

5 Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.

6 Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.

7 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.

8 Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza.

9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.

10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.

11 Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle.

12 Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.

13 Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

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Job 3

Job maldice el día en que nació

1 Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día.

2 Y exclamó Job, y dijo:

3 Perezca el día en que yo nací,

Y la noche en que se dijo: Varón es concebido.

4 Sea aquel día sombrío,

Y no cuide de él Dios desde arriba,

Ni claridad sobre él resplandezca.

5 Aféenlo tinieblas y sombra de muerte;

Repose sobre él nublado

Que lo haga horrible como día caliginoso.

6 Ocupe aquella noche la oscuridad;

No sea contada entre los días del año,

Ni venga en el número de los meses.

7 ¡Oh, que fuera aquella noche solitaria,

Que no viniera canción alguna en ella!

8 Maldíganla los que maldicen el día,

Los que se aprestan para despertar a Leviatán.

9 Oscurézcanse las estrellas de su alba;

Espere la luz, y no venga,

Ni vea los párpados de la mañana;

10 Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba,

Ni escondió de mis ojos la miseria.

11 ¿Por qué no morí yo en la matriz,

O expiré al salir del vientre?

12 ¿Por qué me recibieron las rodillas?

¿Y a qué los pechos para que mamase?

13 Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría;

Dormiría, y entonces tendría descanso,

14 Con los reyes y con los consejeros de la tierra,

Que reedifican para sí ruinas;

15 O con los príncipes que poseían el oro,

Que llenaban de plata sus casas.

16 ¿Por qué no fui escondido como abortivo,

Como los pequeñitos que nunca vieron la luz?

17 Allí los impíos dejan de perturbar,

Y allí descansan los de agotadas fuerzas.

18 Allí también reposan los cautivos;

No oyen la voz del capataz.

19 Allí están el chico y el grande,

Y el siervo libre de su señor.

20 ¿Por qué se da luz al trabajado,

Y vida a los de ánimo amargado,

21 Que esperan la muerte, y ella no llega,

Aunque la buscan más que tesoros;

22 Que se alegran sobremanera,

Y se gozan cuando hallan el sepulcro?

23 ¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por dónde ha de ir,

Y a quien Dios ha encerrado?

24 Pues antes que mi pan viene mi suspiro,

Y mis gemidos corren como aguas.

25 Porque el temor que me espantaba me ha venido,

Y me ha acontecido lo que yo temía.

26 No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado;

No obstante, me vino turbación.

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Job 4

Elifaz reprende a Job

1 Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo:

2 Si probáremos a hablarte, te será molesto;

Pero ¿quién podrá detener las palabras?

3 He aquí, tú enseñabas a muchos,

Y fortalecías las manos débiles;

4 Al que tropezaba enderezaban tus palabras,

Y esforzabas las rodillas que decaían.

5 Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas;

Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.

6 ¿No es tu temor a Dios tu confianza?

¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?

7 Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido?

Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos?

8 Como yo he visto, los que aran iniquidad

Y siembran injuria, la siegan.

9 Perecen por el aliento de Dios,

Y por el soplo de su ira son consumidos.

10 Los rugidos del león, y los bramidos del rugiente,

Y los dientes de los leoncillos son quebrantados.

11 El león viejo perece por falta de presa,

Y los hijos de la leona se dispersan.

12 El asunto también me era a mí oculto;

Mas mi oído ha percibido algo de ello.

13 En imaginaciones de visiones nocturnas,

Cuando el sueño cae sobre los hombres,

14 Me sobrevino un espanto y un temblor,

Que estremeció todos mis huesos;

15 Y al pasar un espíritu por delante de mí,

Hizo que se erizara el pelo de mi cuerpo.

16 Paróse delante de mis ojos un fantasma,

Cuyo rostro yo no conocí,

Y quedo, oí que decía:

17 ¿Será el hombre más justo que Dios?

¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?

18 He aquí, en sus siervos no confía,

Y notó necedad en sus ángeles;

19 ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro,

Cuyos cimientos están en el polvo,

Y que serán quebrantados por la polilla!

20 De la mañana a la tarde son destruidos,

Y se pierden para siempre, sin haber quien repare en ello.

21 Su hermosura, ¿no se pierde con ellos mismos?

Y mueren sin haber adquirido sabiduría.

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Job 5

1 Ahora, pues, da voces; ¿habrá quien te responda?

¿Y a cuál de los santos te volverás?

2 Es cierto que al necio lo mata la ira,

Y al codicioso lo consume la envidia.

3 Yo he visto al necio que echaba raíces,

Y en la misma hora maldije su habitación.

4 Sus hijos estarán lejos de la seguridad;

En la puerta serán quebrantados,

Y no habrá quien los libre.

5 Su mies comerán los hambrientos,

Y la sacarán de entre los espinos,

Y los sedientos beberán su hacienda.

6 Porque la aflicción no sale del polvo,

Ni la molestia brota de la tierra.

7 Pero como las chispas se levantan para volar por el aire,

Así el hombre nace para la aflicción.

8 Ciertamente yo buscaría a Dios,

Y encomendaría a él mi causa;

9 El cual hace cosas grandes e inescrutables,

Y maravillas sin número;

10 Que da la lluvia sobre la faz de la tierra,

Y envía las aguas sobre los campos;

11 Que pone a los humildes en altura,

Y a los enlutados levanta a seguridad;

12 Que frustra los pensamientos de los astutos,

Para que sus manos no hagan nada;

13 Que prende a los sabios en la astucia de ellos,

Y frustra los designios de los perversos.

14 De día tropiezan con tinieblas,

Y a mediodía andan a tientas como de noche.

15 Así libra de la espada al pobre, de la boca de los impíos,

Y de la mano violenta;

16 Pues es esperanza al menesteroso,

Y la iniquidad cerrará su boca.

17 He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga;

Por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso.

18 Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará;

Él hiere, y sus manos curan.

19 En seis tribulaciones te librará,

Y en la séptima no te tocará el mal.

20 En el hambre te salvará de la muerte,

Y del poder de la espada en la guerra.

21 Del azote de la lengua serás encubierto;

No temerás la destrucción cuando viniere.

22 De la destrucción y del hambre te reirás,

Y no temerás de las fieras del campo;

23 Pues aun con las piedras del campo tendrás tu pacto,

Y las fieras del campo estarán en paz contigo.

24 Sabrás que hay paz en tu tienda;

Visitarás tu morada, y nada te faltará.

25 Asimismo echarás de ver que tu descendencia es mucha,

Y tu prole como la hierba de la tierra.

26 Vendrás en la vejez a la sepultura,

Como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.

27 He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así;

Óyelo, y conócelo tú para tu provecho.

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Job 6

Job reprocha la actitud de sus amigos

1 Respondió entonces Job, y dijo:

2 ¡Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento,

Y se alzasen igualmente en balanza!

3 Porque pesarían ahora más que la arena del mar;

Por eso mis palabras han sido precipitadas.

4 Porque las saetas del Todopoderoso están en mí,

Cuyo veneno bebe mi espíritu;

Y terrores de Dios me combaten.

5 ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba?

¿Muge el buey junto a su pasto?

6 ¿Se comerá lo desabrido sin sal?

¿Habrá gusto en la clara del huevo?

7 Las cosas que mi alma no quería tocar,

Son ahora mi alimento.

8 ¡Quién me diera que viniese mi petición,

Y que me otorgase Dios lo que anhelo,

9 Y que agradara a Dios quebrantarme;

Que soltara su mano, y acabara conmigo!

10 Sería aún mi consuelo,

Si me asaltase con dolor sin dar más tregua,

Que yo no he escondido las palabras del Santo.

11 ¿Cuál es mi fuerza para esperar aún?

¿Y cuál mi fin para que tenga aún paciencia?

12 ¿Es mi fuerza la de las piedras,

O es mi carne de bronce?

13 ¿No es así que ni aun a mí mismo me puedo valer,

Y que todo auxilio me ha faltado?

14 El atribulado es consolado por su compañero;

Aun aquel que abandona el temor del Omnipotente.

15 Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente;

Pasan como corrientes impetuosas

16 Que están escondidas por la helada,

Y encubiertas por la nieve;

17 Que al tiempo del calor son deshechas,

Y al calentarse, desaparecen de su lugar;

18 Se apartan de la senda de su rumbo,

Van menguando, y se pierden.

19 Miraron los caminantes de Temán,

Los caminantes de Sabá esperaron en ellas;

20 Pero fueron avergonzados por su esperanza;

Porque vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos.

21 Ahora ciertamente como ellas sois vosotros;

Pues habéis visto el tormento, y teméis.

22 ¿Os he dicho yo: Traedme,

Y pagad por mí de vuestra hacienda;

23 Libradme de la mano del opresor,

Y redimidme del poder de los violentos?

24 Enseñadme, y yo callaré;

Hacedme entender en qué he errado.

25 ¡Cuán eficaces son las palabras rectas!

Pero ¿qué reprende la censura vuestra?

26 ¿Pensáis censurar palabras,

Y los discursos de un desesperado, que son como el viento?

27 También os arrojáis sobre el huérfano,

Y caváis un hoyo para vuestro amigo.

28 Ahora, pues, si queréis, miradme,

Y ved si digo mentira delante de vosotros.

29 Volved ahora, y no haya iniquidad;

Volved aún a considerar mi justicia en esto.

30 ¿Hay iniquidad en mi lengua?

¿Acaso no puede mi paladar discernir las cosas inicuas?

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Job 7

Job argumenta contra Dios

1 ¿No es acaso brega la vida del hombre sobre la tierra,

Y sus días como los días del jornalero?

2 Como el siervo suspira por la sombra,

Y como el jornalero espera el reposo de su trabajo,

3 Así he recibido meses de calamidad,

Y noches de trabajo me dieron por cuenta.

4 Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré?

Mas la noche es larga, y estoy lleno de inquietudes hasta el alba.

5 Mi carne está vestida de gusanos, y de costras de polvo;

Mi piel hendida y abominable.

6 Y mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor,

Y fenecieron sin esperanza.

7 Acuérdate que mi vida es un soplo,

Y que mis ojos no volverán a ver el bien.

8 Los ojos de los que me ven, no me verán más;

Fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser.

9 Como la nube se desvanece y se va,

Así el que desciende al Seol no subirá;

10 No volverá más a su casa,

Ni su lugar le conocerá más.

11 Por tanto, no refrenaré mi boca;

Hablaré en la angustia de mi espíritu,

Y me quejaré con la amargura de mi alma.

12 ¿Soy yo el mar, o un monstruo marino,

Para que me pongas guarda?

13 Cuando digo: Me consolará mi lecho,

Mi cama atenuará mis quejas;

14 Entonces me asustas con sueños,

Y me aterras con visiones.

15 Y así mi alma tuvo por mejor la estrangulación,

Y quiso la muerte más que mis huesos.

16 Abomino de mi vida; no he de vivir para siempre;

Déjame, pues, porque mis días son vanidad.

17 ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas,

Y para que pongas sobre él tu corazón,

18 Y lo visites todas las mañanas,

Y todos los momentos lo pruebes?

19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu mirada,

Y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva?

20 Si he pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Guarda de los hombres?

¿Por qué me pones por blanco tuyo,

Hasta convertirme en una carga para mí mismo?

21 ¿Y por qué no quitas mi rebelión, y perdonas mi iniquidad?

Porque ahora dormiré en el polvo,

Y si me buscares de mañana, ya no existiré.

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Job 8

Bildad proclama la justicia de Dios

1 Respondió Bildad suhita, y dijo:

2 ¿Hasta cuándo hablarás tales cosas,

Y las palabras de tu boca serán como viento impetuoso?

3 ¿Acaso torcerá Dios el derecho,

O pervertirá el Todopoderoso la justicia?

4 Si tus hijos pecaron contra él,

Él los echó en el lugar de su pecado.

5 Si tú de mañana buscares a Dios,

Y rogares al Todopoderoso;

6 Si fueres limpio y recto,

Ciertamente luego se despertará por ti,

Y hará próspera la morada de tu justicia.

7 Y aunque tu principio haya sido pequeño,

Tu postrer estado será muy grande.

8 Porque pregunta ahora a las generaciones pasadas,

Y disponte para inquirir a los padres de ellas;

9 Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos,

Siendo nuestros días sobre la tierra como sombra.

10 ¿No te enseñarán ellos, te hablarán,

Y de su corazón sacarán palabras?

11 ¿Crece el junco sin lodo?

¿Crece el prado sin agua?

12 Aun en su verdor, y sin haber sido cortado,

Con todo, se seca primero que toda hierba.

13 Tales son los caminos de todos los que olvidan a Dios;

Y la esperanza del impío perecerá;

14 Porque su esperanza será cortada,

Y su confianza es tela de araña.

15 Se apoyará él en su casa, mas no permanecerá ella en pie;

Se asirá de ella, mas no resistirá.

16 A manera de un árbol está verde delante del sol,

Y sus renuevos salen sobre su huerto;

17 Se van entretejiendo sus raíces junto a una fuente,

Y enlazándose hasta un lugar pedregoso.

18 Si le arrancaren de su lugar,

Este le negará entonces, diciendo: Nunca te vi.

19 Ciertamente este será el gozo de su camino;

Y del polvo mismo nacerán otros.

20 He aquí, Dios no aborrece al perfecto,

Ni apoya la mano de los malignos.

21 Aún llenará tu boca de risa,

Y tus labios de júbilo.

22 Los que te aborrecen serán vestidos de confusión;

Y la habitación de los impíos perecerá.

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Job 9

Incapacidad de Job para responder a Dios

1 Respondió Job, y dijo:

2 Ciertamente yo sé que es así;

¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?

3 Si quisiere contender con él,

No le podrá responder a una cosa entre mil.

4 Él es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas;

¿Quién se endureció contra él, y le fue bien?

5 Él arranca los montes con su furor,

Y no saben quién los trastornó;

6 Él remueve la tierra de su lugar,

Y hace temblar sus columnas;

7 Él manda al sol, y no sale;

Y sella las estrellas;

8 Él solo extendió los cielos,

Y anda sobre las olas del mar;

9 Él hizo la Osa, el Orión y las Pléyades,

Y los lugares secretos del sur;

10 Él hace cosas grandes e incomprensibles,

Y maravillosas, sin número.

11 He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré;

Pasará, y no lo entenderé.

12 He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir?

¿Quién le dirá: Qué haces?

13 Dios no volverá atrás su ira,

Y debajo de él se abaten los que ayudan a los soberbios.

14 ¿Cuánto menos le responderé yo,

Y hablaré con él palabras escogidas?

15 Aunque fuese yo justo, no respondería;

Antes habría de rogar a mi juez.

16 Si yo le invocara, y él me respondiese,

Aún no creeré que haya escuchado mi voz.

17 Porque me ha quebrantado con tempestad,

Y ha aumentado mis heridas sin causa.

18 No me ha concedido que tome aliento,

Sino que me ha llenado de amarguras.

19 Si habláremos de su potencia, por cierto es fuerte;

Si de juicio, ¿quién me emplazará?

20 Si yo me justificare, me condenaría mi boca;

Si me dijere perfecto, esto me haría inicuo.

21 Si fuese íntegro, no haría caso de mí mismo;

Despreciaría mi vida.

22 Una cosa resta que yo diga:

Al perfecto y al impío él los consume.

23 Si azote mata de repente,

Se ríe del sufrimiento de los inocentes.

24 La tierra es entregada en manos de los impíos,

Y él cubre el rostro de sus jueces.

Si no es él, ¿quién es? ¿Dónde está?

25 Mis días han sido más ligeros que un correo;

Huyeron, y no vieron el bien.

26 Pasaron cual naves veloces;

Como el águila que se arroja sobre la presa.

27 Si yo dijere: Olvidaré mi queja,

Dejaré mi triste semblante, y me esforzaré,

28 Me turban todos mis dolores;

Sé que no me tendrás por inocente.

29 Yo soy impío;

¿Para qué trabajaré en vano?

30 Aunque me lave con aguas de nieve,

Y limpie mis manos con la limpieza misma,

31 Aún me hundirás en el hoyo,

Y mis propios vestidos me abominarán.

32 Porque no es hombre como yo, para que yo le responda,

Y vengamos juntamente a juicio.

33 No hay entre nosotros árbitro

Que ponga su mano sobre nosotros dos.

34 Quite de sobre mí su vara,

Y su terror no me espante.

35 Entonces hablaré, y no le temeré;

Porque en este estado no estoy en mí.

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