JOB
INTRODUCCIÓN
El libro
El libro de
Job
es el primero de los cinco llamados con absoluta propiedad
poéticos y sapienciales.
(Véase
Introducción
a
Libros poéticos y sapienciales
.) La prosa narrativa ocupa en él un espacio muy reducido; tan solo se encuentra en el prólogo (caps. 1-2), en el epílogo (
42.7-17
), en un breve pasaje de transición (
32.1-6
) y en algunos versículos introductorios del diálogo. El resto, prácticamente la totalidad del cuerpo del escrito, es poesía.
El autor de esta obra cumbre de la literatura universal se revela en ella como un consumado estilista. Con notable destreza maneja los recursos del idioma, combinando de manera extraordinaria la profundidad de pensamiento con la belleza de un lenguaje poético, sonoro y lleno de ritmo, rico en paralelismos e imágenes de singular plasticidad.
El prólogo
El prólogo consiste en la presentación de las circunstancias en que se desarrolla el drama y de los personajes que en él intervienen. El protagonista, Job, es un rico hacendado (
1.3
) que vive con su familia en Uz, población situada, según se cree, en la región aramea que se extendía hacia el sudeste de Palestina. Hombre de fe, descrito como «perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (
1.1
), Job es víctima de una cadena de desdichas que lo dejan bruscamente sin hijos y sin hacienda, enfermo y reducido a una condición miserable (
7.4-5
). A pesar de todas las desgracias, él confía en Dios y lo bendice (
1.21
), no deja que sus labios pequen contra el Señor, y aun sale al paso de las quejas de la esposa preguntándole: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (
2.10
).
En aquella situación, tres amigos del protagonista acuden «para condolerse de él y para consolarle»: «Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita» (
2.11
). Contestando a los lamentos de Job, sus visitantes hablan por turno, y él responde a cada intervención. De esta manera se disponen tres series de discursos (3.1—31.40), a cuyo término aparece otro personaje, el joven «Eliú hijo de Baraquel buzita» (
32.2
, cf. v. 6), que toma la palabra para reprender con ironía a Job y a sus amigos. Ninguno de ellos replica al largo y afectado discurso de Eliú (32.6—37.24), después del cual es Jehová mismo quien interviene y pone fin a todo el diálogo (38—41), al que solo seguirán unas palabras de arrepentimiento pronunciadas por Job (
42.1-6
) inmediatamente antes del epílogo en prosa.
El mensaje
El cap. 3 da entrada al primero de los poemas. Job se lamenta de su desgracia en términos que revelan una amargura profunda, muy distante de aquel ánimo sereno con que en el prólogo hacía frente a la adversidad. Ahora predominan en Job las quejas y los acentos apasionados, y sin cesar se pregunta por qué Dios envía sufrimientos a alguien que, como él, siempre lo ha servido con fidelidad y nada malo ha hecho.
La respuesta de sus tres amigos se repite una y otra vez: la desgracia es el castigo del pecado, de modo que un grave pecado ha de haber cometido Job, cuando Dios lo castiga con tantos males; únicamente si se arrepiente volverá a gozar de las bendiciones del Señor. Pero esta argumentación no satisface a Job; él sabe que no es culpable, y confía en que Dios mismo sea testigo de su inocencia y lo justifique y le revele al fin el porqué de tanto sufrimiento (
31.35-37
19.25-27
).
Concluida esta serie de discursos, interviene Eliú en el coloquio para reprochar la osadía de Job y lo inadecuado de las respuestas de sus tres visitantes. El estilo de esta sección es reiterativo y enfático. Eliú reclama la atención de los presentes, ante quienes se anuncia como un maestro imparcial que, aun siendo joven, está bien capacitado para dar lecciones y emitir sabios juicios (
32.11-22
) y acusaciones (
34.7-9
34-37
).
No obstante el tono altanero de este personaje, sus palabras invitan a la reflexión. Porque él exalta la justicia y la sabiduría, la santidad y la grandeza de Dios, y pone un énfasis particular en el valor pedagógico del dolor humano. Dios, por medio del sufrimiento, puede llevar al pecador a la conversión y a la salvación (
36.5-16
).
El último discurso pertenece a Jehová, que habla «a Job desde un torbellino» (
38.1
40.6
). Dios se le manifiesta así, rompiendo el silencio que hasta entonces había guardado y del que Job se había quejado a menudo. Pero, sorprendentemente, las palabras del Señor no hacen referencia a los padecimientos de Job, sino que son una afirmación de la grandeza de Dios, de su poder y de la sabiduría inescrutable de su gobierno universal. Job, tocado en su conciencia, confiesa ser un ignorante y atrevido que «hablaba lo que no entendía» (
42.3
). Aborreciéndose a sí mismo y arrepentido «en polvo y ceniza» (
42.6
), mantiene su confianza en Dios, aun cuando no haya logrado descifrar el misterio de los sufrimientos y la infelicidad del inocente (38.1—42.6).
En la conclusión en prosa del libro, Jehová reprende a los visitantes, alaba la fidelidad de Job y le devuelve con creces lo que había perdido de hacienda, familia y amistades (
42.10-15
).
Es evidente que este libro no pretende establecer una teoría general acerca del sufrimiento humano, ni tampoco una particular en torno a la infelicidad de que también son objeto quienes aman al Señor y actúan con rectitud. Lo que el libro ofrece es el planteamiento dialogado de dos puntos de vista sobre la causa de la desgracia: el tradicional, sostenido por Elifaz, Bildad y Zofar, según el cual Dios premia en este mundo al bueno y castiga al malo; y el que Job representa negándose a admitir que su infortunio personal se deba a un castigo divino. En esta doble y contradictoria perspectiva, la voz de Dios se deja oír finalmente para llevar a los dialogantes al reconocimiento de la incapacidad humana de comprender lo misterioso de los designios divinos.
El libro
En cuanto a
Job
, como fenómeno literario, debe decirse en primer lugar que su autor fue un poeta excepcional, tanto en lo concerniente al contenido de la obra como al dominio del idioma. Un poeta que, además, poseía gran experiencia de la vida y una mente crítica y audaz que lo impulsaba a discutir posiciones doctrinales tenidas en aquel entonces por irrefutables.
Lo que no se conoce es la identidad del poeta ni la época en que vivió; respecto de estos u otros datos personales, nada dice el texto. Sin embargo, partiendo de ciertos indicios, puede reconocerse que la obra atravesó diversas etapas antes de alcanzar su forma definitiva, posiblemente alrededor del s. V a.C.
Esquema del contenido:
1. Prólogo
(1.1—2.13)
2. Debate entre Job y sus tres amigos
(3.1—27.23)
3. Himno a la sabiduría
(28.1-28)
4. Defensa de Job
(29.1—31.40)
5. Intervención de Eliú
(32.1—37.24)
6. Intervención de Jehová y respuestas de Job
(38.1—42.6)
7. Epílogo
(42.7-17)