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Abdías

Abdías ABDÍAS

ABDÍAS

INTRODUCCIÓN

El profeta

Aun cuando la investigación histórica no ha logrado aportar datos fehacientes acerca de la persona y las actividades del profeta Abdías, sí da como probable que este libro, el más breve del AT, fuera redactado en Judá; e incluso se apunta al s. V a.C. como posible época de su composición.

El libro y su mensaje

La profecía de

Abdías

(Abd) es una apasionada diatriba contra Edom, un anuncio del juicio y del castigo que habían de caer sobre aquel pueblo a causa de la violencia con que se volvió contra su «hermano Jacob» (v. 10), contra la nación israelita. Porque Edom, que primeramente se había unido con otros pueblos a Israel en alianza bélica contra Babilonia, después, traicionando el acuerdo, cuando el ejército de Nabucodonosor sitió a Jerusalén se pasó al bando de los vencedores, para entrar a saquear la ciudad y repartir con ellos tierras y botín (vv. 11-14).

Estos hechos reavivaron la enemistad que ya de antiguo enfrentaba a los descendientes de Esaú con los de Jacob, o sea, a Edom con Israel (

Gn. 25.30

32.28

25.23

); enemistad que se manifiesta especialmente en algunos textos pertenecientes a los períodos exílico y postexílico (

Sal. 137.7

Is. 34

Lm. 4.21

Ez. 25.12-14

35

).

En la primera sección del escrito (1-14), el pensamiento de Abdías corre parejo con el de ciertos versículos del capítulo 49 de Jeremías:

Abd. 1b-4

Jer. 49.14-16

Abd. 5

Jer. 49.9

Abd. 6

Jer. 49.10a

. Luego, en la segunda parte (vv. 15-18), el texto se orienta en sentido escatológico. El profeta contempla entonces la proximidad del «día de Jehová», el día del juicio que ha de llegar a todas las naciones, el día en que el Señor les dará el pago que hayan merecido sus malas acciones (vv. 15-16). Israel, en cambio, será restaurado; los que antes fueron cautivos y oprimidos, poseerán la tierra y formarán parte del «reino de Jehová» (vv. 19-21).

Esquema del contenido:

1. La humillación de Edom

(1-14)

2. El día de Jehová y el juicio de las naciones

(15-18)

3. La exaltación de Israel

(19-21)

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Abdías 1

La humillación de Edom

1 Visión de Abdías.

Jehová el Señor ha dicho así en cuanto a Edom:Hemos oído el pregón de Jehová, y mensajero ha sido enviado a las naciones. Levantaos, y levantémonos contra este pueblo en batalla.

2 He aquí, pequeño te he hecho entre las naciones; estás abatido en gran manera.

3 La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?

4 Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová.

5 Si ladrones vinieran a ti, o robadores de noche (¡cómo has sido destruido!), ¿no hurtarían lo que les bastase? Si entraran a ti vendimiadores, ¿no dejarían algún rebusco?

6 ¡Cómo fueron escudriñadas las cosas de Esaú! Sus tesoros escondidos fueron buscados.

7 Todos tus aliados te han engañado; hasta los confines te hicieron llegar; los que estaban en paz contigo prevalecieron contra ti; los que comían tu pan pusieron lazo debajo de ti; no hay en ello entendimiento.

8 ¿No haré que perezcan en aquel día, dice Jehová, los sabios de Edom, y la prudencia del monte de Esaú?

9 Y tus valientes, oh Temán, serán amedrentados; porque todo hombre será cortado del monte de Esaú por el estrago.

10 Por la injuria a tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza, y serás cortado para siempre.

11 El día que estando tú delante, llevaban extraños cautivo su ejército, y extraños entraban por sus puertas, y echaban suertes sobre Jerusalén, tú también eras como uno de ellos.

12 Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la angustia.

13 No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste haber mirado su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad.

14 Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen; ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia.

La exaltación de Israel

15 Porque cercano está el día de Jehová sobre todas las naciones; como tú hiciste se hará contigo; tu recompensa volverá sobre tu cabeza.

16 De la manera que vosotros bebisteis en mi santo monte, beberán continuamente todas las naciones; beberán, y engullirán, y serán como si no hubieran sido.

17 Mas en el monte de Sion habrá un remanente que se salve; y será santo, y la casa de Jacob recuperará sus posesiones.

18 La casa de Jacob será fuego, y la casa de José será llama, y la casa de Esaú estopa, y los quemarán y los consumirán; ni aun resto quedará de la casa de Esaú, porque Jehová lo ha dicho.

19 Y los del Neguev poseerán el monte de Esaú, y los de la Sefela a los filisteos; poseerán también los campos de Efraín, y los campos de Samaria; y Benjamín a Galaad.

20 Y los cautivos de este ejército de los hijos de Israel poseerán lo de los cananeos hasta Sarepta; y los cautivos de Jerusalén que están en Sefarad poseerán las ciudades del Neguev.

21 Y subirán salvadores al monte de Sion para juzgar al monte de Esaú; y el reino será de Jehová.

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Jonás

Jonás JONÁS

JONÁS

INTRODUCCIÓN

El profeta y el mensaje

La mención de Amitai, el padre de Jonás (

1.1

), es la única noticia que el libro de

Jonás

(Jon) facilita para la identificación personal del profeta. Es la misma información que se halla en

2 R. 14.23-25

, donde se añade que Jonás vivió en tiempos de Jeroboam II, rey de Israel (783-743 a.C.). Sin embargo, de un modo diferente al habitual de prestar a la figura del profeta una atención meramente circunstancial (cf., p.e.,

Is. 6.5

Jer. 7.1-15

26.1-19

; Os. 1.2—3.5;

Am. 7.10-17

), el libro de Jonás, escrito probablemente mucho más tarde, consiste de principio a fin en una especie de relato biográfico. Se trata de la peripecia protagonizada por el propio profeta, un hombre que, en contra de sus deseos, es enviado por Dios a cumplir fuera de Israel, en Nínive, la lejana capital del imperio asirio, el arduo cometido de anunciar a sus habitantes que en el término de cuarenta días la ciudad sería destruida (

3.4

).

La narración propone a Nínive como paradigma del pecado. A los ojos de Dios, la maldad ha crecido allí (

1.2

) hasta el punto de que su inminente castigo ya ha sido decretado. La gravedad del asunto convierte en sumamente delicada la misión del profeta. Este, consciente del problema, busca en la huida la manera de zafarse de su responsabilidad, y en vez de emprender hacia oriente el camino que conducía por tierra a la capital de Asiria, se embarca en una nave rumbo a Tarsis, hacia occidente, para escapar «de la presencia de Jehová» (

1.3

).

Desde la perspectiva de su negativa a cumplir el mandato divino, Jonás puede ser comparado a otros profetas del AT que igualmente se resistieron a aceptar la misión que Dios les encomendaba. Moisés, Elías, Jeremías y otros, apelando a posibles razones de incompetencia, debilidad o temor, trataron, lo mismo que Jonás, de evitar la responsabilidad que Dios cargaba sobre sus hombros.

Pero probablemente fue Jonás el profeta que con mayor tenacidad mantuvo su resistencia. Y cuando se vio forzado a ir a Nínive y comunicar el mensaje de que era portador, lo hizo con enojo, llegando al extremo de lamentar amargamente la salvación de la ciudad a la cual había él anunciado la inminencia del desastre. Le dolió que los ninivitas se convirtieran de su mala conducta, y que Dios se volviera atrás «del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo» (

3.10

). Porque Jonás, que no había tenido miedo de confesar su nacionalidad y su fe (

1.9

), e incluso que no había dudado en ofrecer su vida para que otros se salvaran (

1.11-12

), temía en cambio la pérdida de su prestigio de profeta, temía quedar mal ante los ojos de los demás, y prefería la muerte a seguir viviendo tras lo que él consideraba el fracaso de su misión (

4.1-3

).

Por otra parte, en la figura de Jonás se descubre al israelita estrecho de miras, para quien la salvación es un privilegio otorgado por Dios en forma exclusiva al pueblo judío. Pero precisamente el desarrollo del relato conduce a la conclusión opuesta de que Dios no hace diferencias entre un ser humano y otro. Esta es la actitud que el profeta no entiende en Jehová, en «su Dios», al que él oraba «desde el vientre del pez» (

2.1

). Sin embargo, en su incapacidad de comprender el valor universal del amor de Dios radica la extraordinaria fuerza dramática del libro. Todos, se trate de judíos o de gentiles, son objeto por igual de la misericordia de Dios; y todo pecador que se arrepiente y cambia de conducta tiene la puerta abierta a su perdón (

1.16

3.10

4.10-11

Jer. 18.8

Ez. 18.23

31-32

).

Este libro tiene un notable valor simbólico, recogido por el NT en las palabras de Jesús acerca de la «señal del profeta Jonás». Al pedirle algunos escribas y fariseos que hiciera una señal milagrosa, Jesús, relacionando su propia muerte con la historia del profeta, les responde que ya no habrá otra señal que la de Jonás (

Mt. 12.39

).

Esquema del contenido:

1. Jonás huye de Jehová

(1.1-17)

2. Oración de Jonás

(2.1-10)

3. Nínive se arrepiente

(3.1-10)

4. El enojo de Jonás

(4.1-11)

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Jonás

Jonás 1

Jonás huye de Jehová

1 Vino palabra de Jehová a Jonáshijo de Amitai, diciendo:

2 Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí.

3 Y Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová.

4 Pero Jehová hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave.

5 Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios; y echaron al mar los enseres que había en la nave, para descargarla de ellos. Pero Jonás había bajado al interior de la nave, y se había echado a dormir.

6 Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: ¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos.

7 Y dijeron cada uno a su compañero: Venid y echemos suertes, para que sepamos por causa de quién nos ha venido este mal. Y echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás.

8 Entonces le dijeron ellos: Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes, y de dónde vienes? ¿Cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?

9 Y él les respondió: Soy hebreo, y temo a Jehová, Dios de los cielos, que hizo el mar y la tierra.

10 Y aquellos hombres temieron sobremanera, y le dijeron: ¿Por qué has hecho esto? Porque ellos sabían que huía de la presencia de Jehová, pues él se lo había declarado.

11 Y le dijeron: ¿Qué haremos contigo para que el mar se nos aquiete? Porque el mar se iba embraveciendo más y más.

12 Él les respondió: Tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará; porque yo sé que por mi causa ha venido esta gran tempestad sobre vosotros.

13 Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra; mas no pudieron, porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos.

14 Entonces clamaron a Jehová y dijeron: Te rogamos ahora, Jehová, que no perezcamos nosotros por la vida de este hombre, ni pongas sobre nosotros la sangre inocente; porque tú, Jehová, has hecho como has querido.

15 Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó de su furor.

16 Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos.

17 Pero Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches.

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Jonás

Jonás 2

Oración de Jonás

1 Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez,

2 y dijo:

Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó;

Desde el seno del Seol clamé,

Y mi voz oíste.

3 Me echaste a lo profundo, en medio de los mares,

Y me rodeó la corriente;

Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí.

4 Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos;

Mas aún veré tu santo templo.

5 Las aguas me rodearon hasta el alma,

Rodeóme el abismo;

El alga se enredó a mi cabeza.

6 Descendí a los cimientos de los montes;

La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre;

Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.

7 Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová,

Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo.

8 Los que siguen vanidades ilusorias,

Su misericordia abandonan.

9 Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;

Pagaré lo que prometí.

La salvación es de Jehová.

10 Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.

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Jonás

Jonás 3

Nínive se arrepiente

1 Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo:

2 Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré.

3 Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino.

4 Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.

5 Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.

6 Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza.

7 E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua;

8 sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos.

9 ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?

10 Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.

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Jonás

Jonás 4

El enojo de Jonás

1 Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó.

2 Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia,y que te arrepientes del mal.

3 Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida.

4 Y Jehová le dijo: ¿Haces tú bien en enojarte tanto?

5 Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver qué acontecería en la ciudad.

6 Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza, y le librase de su malestar; y Jonás se alegró grandemente por la calabacera.

7 Pero al venir el alba del día siguiente, Dios preparó un gusano, el cual hirió la calabacera, y se secó.

8 Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida.

9 Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte.

10 Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció.

11 ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?

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Miqueas

Miqueas MIQUEAS

MIQUEAS

INTRODUCCIÓN

El profeta y su medio

El encabezamiento del libro (

1.1

) dice que Miqueas, natural de Moreset (o Moreset-gat, cf.

1.14

), lugar situado a unos 40 km. al sudoeste de Jerusalén, vivió «en días de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá». Fue, por tanto, uno de los profetas del siglo VIII a.C., contemporáneo de Isaías (

Is. 1.1

), Oseas (

Os. 1.1

) y Amós (

Am. 1.1

).

Miqueas, lo mismo que Isaías, ejerció su actividad en Judá; pero dirigió también sus proclamas a Israel, el reino del norte. Y su talante, lo mismo que el de Amós –«uno de los pastores de Tecoa» (

Am. 1.1

)–, está marcado con el signo de la existencia campesina. En este profeta se descubre un interés inmediato por problemas característicos de la sociedad agrícola. En medio de ella, sin duda, se había desarrollado su personalidad, puesto que las labores del campo eran las propias de la Sefela, región a la que Moreset pertenecía, la zona de monte bajo que se extiende entre las montañas de Judá y las llanuras de la costa del mar Mediterráneo. Una tierra buena, de suaves y fértiles colinas, donde Miqueas vivió desde niño las amarguras del campesino humilde y sometido a la prepotencia de quienes «codician las heredades… oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad» (

2.2

).

El libro y su mensaje

El libro de

Miqueas

(Miq) consta de tres partes. La primera está formada por los caps. 1—3, y en ella predominan los temas de índole social, con el mismo trasfondo crítico propio del profetismo de aquella época. En la voz de Miqueas se perciben tonos extremadamente duros cuando reprende a «Samaria y a Jerusalén», es decir, a Israel y a Judá. Porque en ambas se fomenta la maldad de los gobernantes y los poderosos (

3.1-3

), la injusticia de los jefes y capitanes (

3.9-10

) y la corrupción de los sacerdotes y los profetas (

3.5-7

11

); de modo que por causa de todos ellos, «Sion será arada como campo, y Jerusalén vendrá a ser montones de ruinas, y el monte de la casa como cumbres de bosque» (

3.12

). Este terrible anuncio de la destrucción de Jerusalén y del templo impresionó tan profundamente a los habitantes de la ciudad santa, que un siglo después lo recogió íntegramente Jeremías en su profecía (

Jer. 26.18

).

Los caps. 4—5 componen la segunda sección del libro. Todavía se escucha en ella el eco de las anteriores amenazas, pero en el pensamiento de Miqueas predomina ya la esperanza de un tiempo último (

4.1

) en el que Judá e Israel andarán «en el nombre de Jehová nuestro Dios eternamente y para siempre» (

4.5

). Entonces habrá salvación, Jerusalén será restaurada y acudirán a ella las naciones, diciendo: «Venid, y subamos al monte de Jehová, y a la casa del Dios de Jacob.» Allí conocerán los caminos del Señor y recibirán la instrucción de su palabra (

4.1-2

). De Belén, el pequeño pueblo donde nació el rey David, saldrá otro rey, «que será Señor en Israel» y que también «será nuestra paz» (

5.2

5

). Entonces se acabarán las guerras, y las armas se transformarán en instrumentos de paz y de trabajo; entonces «martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación» (

4.3

).

El texto de Miqueas, en su tercera sección (caps. 6—7), se dirige particularmente a Israel. Hay un intenso acento de amargura cuando el profeta reprocha la infidelidad con que el pueblo responde a la bondad de Dios: «Pueblo mío, ¿qué te he hecho, o en qué te he molestado?» (

6.3

); porque en Israel triunfa la maldad (6.10—7.6), y es tanta la corrupción moral, que la amistad se desvanece, la justicia se compra y se vende, la desconfianza separa incluso a los cónyuges y la recíproca falta de respeto destruye la convivencia familiar (

7.1-6

). Pero, no obstante, en la profecía prevalece la esperanza sobre todos estos males, la seguridad de que todavía el Señor tendrá misericordia de los suyos, del pequeño «remanente de su heredad» que haya quedado limpio de pecados e infidelidades tras la prueba purificadora que el Señor traerá sobre Israel (

7.18

2.12

4.6-7

5.7-8

). Miqueas, al fin del libro, expresa su confianza en que el Señor, el cual «se deleita en misericordia» (

7.18

), cuidará a Israel también en el futuro, lo pastoreará como ya hizo «en el tiempo pasado», cuando lo sacó de Egipto y le mostró sus maravillas (

7.14-20

).

Esquema del contenido:

1. Juicio de Dios sobre Israel y sobre Judá

(1.1—3.12)

2. Reinado universal de Jehová

(4.1—5.15)

3. Corrupción de Israel y misericordia de Dios

(6.1—7.20)

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Miqueas

Miqueas 1

Lamento sobre Samaria y Jerusalén

1 Palabra de Jehová que vino a Miqueas de Moreset en días de Jotam,Acazy Ezequías,reyes de Judá; lo que vio sobre Samaria y Jerusalén.

2 Oíd, pueblos todos; está atenta, tierra, y cuanto hay en ti; y Jehová el Señor, el Señor desde su santo templo, sea testigo contra vosotros.

3 Porque he aquí, Jehová sale de su lugar, y descenderá y hollará las alturas de la tierra.

4 Y se derretirán los montes debajo de él, y los valles se hendirán como la cera delante del fuego, como las aguas que corren por un precipicio.

5 Todo esto por la rebelión de Jacob, y por los pecados de la casa de Israel. ¿Cuál es la rebelión de Jacob? ¿No es Samaria? ¿Y cuáles son los lugares altos de Judá? ¿No es Jerusalén?

6 Haré, pues, de Samaria montones de ruinas, y tierra para plantar viñas; y derramaré sus piedras por el valle, y descubriré sus cimientos.

7 Y todas sus estatuas serán despedazadas, y todos sus dones serán quemados en fuego, y asolaré todos sus ídolos; porque de dones de rameras los juntó, y a dones de rameras volverán.

8 Por esto lamentaré y aullaré, y andaré despojado y desnudo; haré aullido como de chacales, y lamento como de avestruces.

9 Porque su llaga es dolorosa, y llegó hasta Judá; llegó hasta la puerta de mi pueblo, hasta Jerusalén.

10 No lo digáis en Gat, ni lloréis mucho; revuélcate en el polvo de Bet-le-afra.

11 Pásate, oh morador de Safir, desnudo y con vergüenza; el morador de Zaanán no sale; el llanto de Betesel os quitará su apoyo.

12 Porque los moradores de Marot anhelaron ansiosamente el bien; pues de parte de Jehová el mal había descendido hasta la puerta de Jerusalén.

13 Uncid al carro bestias veloces, oh moradores de Laquis, que fuisteis principio de pecado a la hija de Sion; porque en vosotros se hallaron las rebeliones de Israel.

14 Por tanto, vosotros daréis dones a Moreset-gat; las casas de Aczib serán para engaño a los reyes de Israel.

15 Aun os traeré nuevo poseedor, oh moradores de Maresa; la flor de Israel huirá hasta Adulam.

16 Ráete y trasquílate por los hijos de tus delicias; hazte calvo como águila, porque en cautiverio se fueron de ti.

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Miqueas

Miqueas 2

¡Ay de los que oprimen a los pobres!

1 ¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en su mano el poder!

2 Codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad.

3 Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí, yo pienso contra esta familia un mal del cual no sacaréis vuestros cuellos, ni andaréis erguidos; porque el tiempo será malo.

4 En aquel tiempo levantarán sobre vosotros refrán, y se hará endecha de lamentación, diciendo: Del todo fuimos destruidos; él ha cambiado la porción de mi pueblo. ¡Cómo nos quitó nuestros campos! Los dio y los repartió a otros.

5 Por tanto, no habrá quien a suerte reparta heredades en la congregación de Jehová.

6 No profeticéis, dicen a los que profetizan; no les profeticen, porque no les alcanzará vergüenza.

7 Tú que te dices casa de Jacob, ¿se ha acortado el Espíritu de Jehová? ¿Son estas sus obras? ¿No hacen mis palabras bien al que camina rectamente?

8 El que ayer era mi pueblo, se ha levantado como enemigo; de sobre el vestido quitasteis las capas atrevidamente a los que pasaban, como adversarios de guerra.

9 A las mujeres de mi pueblo echasteis fuera de las casas que eran su delicia; a sus niños quitasteis mi perpetua alabanza.

10 Levantaos y andad, porque no es este el lugar de reposo, pues está contaminado, corrompido grandemente.

11 Si alguno andando con espíritu de falsedad mintiere diciendo: Yo te profetizaré de vino y de sidra; este tal será el profeta de este pueblo.

12 De cierto te juntaré todo, oh Jacob; recogeré ciertamente el resto de Israel; lo reuniré como ovejas de Bosra, como rebaño en medio de su aprisco; harán estruendo por la multitud de hombres.

13 Subirá el que abre caminos delante de ellos; abrirán camino y pasarán la puerta, y saldrán por ella; y su rey pasará delante de ellos, y a la cabeza de ellos Jehová.

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